Metodología de la Historia II México D.F. a 02 de junio de 2011
Profa. Miriam M. Maya Martínez
1. Sesión.
Cuestionario.
1. ¿Qué enseñamos cuando enseñamos historia?
Se trata de enseñar los acontecimientos pasados en todas sus vertientes como procesos relacionados para entender nuestro presente, conectando los aspectos políticos, sociales, económicos, etc… para entender el contexto y no sólo el hecho en sí.
2.¿Cuáles competencias estamos desarrollando en los estudiantes?
- comprensión de la lectura
-manejo de la información.
-capacidad de reflexión, análisis y síntesis de ideas a través de mapas conceptuales, cuadros sinópticos, etc…
-construir juicios críticos
-saber elaborar líneas de tiempo para entender la relación espacio- tiempo.
-competencias para la vida como es la consolidación de valores como la identidad, solidaridad, equidad, trabajo colaborativo, etc…
3. ¿Cómo se relacionan con las planteadas en el plan de estudio?
Las anteriores competencias se relacionan con los propósitos generales de la ecuación básica.
Se ponen en práctica relacionándola con los propósitos aunque se deben variar las estrategias partiendo de los estilos de aprendizaje, de las habilidades y de los conocimientos previos.
4. ¿Para qué aprender historia?
Para que el alumno cree un sentido de identidad, para que el alumno comprenda que los acontecimientos presentes tienen una explicación que se origina en el pasado y además ese acontecimiento es ramificado en diferentes órdenes: sociocultural, político, económico, etc… El alumno como parte del cambio histórico.
5. ¿Tu manera de enseñar historia se parece a la que usaron en tu formación básica?
No es la misma, antes eran únicamente resúmenes, cuestionarios y memorización de hechos, datos y nombres. Actualmente se prepara a los alumnos para que comprendan, para que relacione el contexto con los acontecimientos, para que el alumnos organice sus pensamientos, los comprenda y los exprese, al mismo tiempo que problematiza, aceptando reflexiones a través de lo cuales puedan incluso elaborar juicios críticos.
La función social de la historia México D.F. a 02 de junio de 2011
Enrique Florescano texto resumido por: Miriam M. Maya Martínez
Coordinación de Proyectos Históricos
Consejo Nacional para la Cultura y las Artes
Hace tiempo, el historiador inglés R. G. Collingwood definió así los fines de la Historia:
[La historia es la disciplina del] auto-conocimiento humano [...] Conocerse a sí mismo significa conocer lo que se puede hacer, y puesto que nadie sabe lo que puede hacer hasta que lo intenta, la única pista para saber lo que puede hacer el hombre es averiguar lo que ha hecho.
El valor de la historia, por consiguiente, consiste en que nos enseña lo que el hombre ha hecho y en este sentido lo que es
el hombre. El estudio de la historia es una indagación sobre el significado de la vida individual y colectiva de los seres humanos
en el transcurso del tiempo.
El relato histórico como discurso de identidad
En todos esos casos la función de la historia es la de dotar de identidad a la diversidad de seres humanos que
formaban la tribu, el pueblo, la patria o la nación. La recuperación del pasado tenía por fin crear valores sociales
compartidos, infundir la idea de que el grupo o la nación tuvieron un origen común, inculcar la convicción de
que la similitud de orígenes le otorgaba cohesión a los diversos miembrosdel conjunto social para enfrentar
las dificultades del presente y confianza para asumir los retos del porvenir.
Dotar a un pueblo de un pasado común y fundar en ese origen remoto una identidad colectiva, es quizá la
más antigua y la más constante función social de la historia.
La historia y el conocimiento de lo extraño y remoto
Para el estudioso de la historia la inmersión en el pasado es un encuentro con formas de vida distintas, marcadas
por la influencia de diversos medios naturales y culturales. Por esos rasgos peculiares a la práctica de la historia
puede llamársele el oficio de la comprensión. Obliga a un ejercicio de comprensión de las acciones y motivaciones
de seres humanos diferentes a nosotros. Y como esta tarea se practica con grupos y personas que ya no están
presentes, es también un ejercicio de comprensión de lo extraño.
Dicho en forma resumida, el oficio dehistoriador exige una curiosidad hacia el conocimiento del otro, una disposición
para el asombro, una apertura a lo diferente y una práctica de la tolerancia.
La historia y el registro de la temporalidad
La historia, se ha dicho, es elestudio del cambio de los individuos y las sociedades en el tiempo.
Buen número de los instrumentos que el historiador ha desarrollado para comprender el pasado son detectores
del cambio y la transformación. El historiador registra el cambio instantáneo, casi imperceptible, que el paso de los
días provoca en las vidas individuales y colectivas.
Gracias al análisis de estos diversos momentos de la temporalidad, el estudio de la historia nos ha impuesto
la carga de vivir conscientemente la brevedad de la existencia individual, la certidumbre de que nuestros actos de hoy
se apoyan en la experiencia del pasado y se prolongarán en el futuro, y la convicción de que formamos parte del
gran flujo de la historia, de una corriente mayor por la que transitan las naciones, las civilizaciones y el conjunto de
la especie humana.. Los seres humanos deben su carácter distintivo al hecho de compartir memorias sociales
y sustentar valores heredados del pasado.»
La historia y el encuentro con lo irrepetible e imperecedero
Cuando el estudioso de la historia analiza los hechos ocurridos en el pasado, se obliga a considerarlos según sus
propios valores, que son los valores del tiempo y el lugar donde esos hechos ocurrieron. Al proceder con este
criterio de autenticidad, el historiador le confiere a esas experiencias una significación propia y un valor
duradero, singular e irrepetible dentro del desarrollo humano general. Por esa vía las experiencias individuales y
los actos nacidos de la intimidad más recóndita se convierten en testimonios imperecederos, en huellas humanas
que no envejecen ni pierden valor por el paso del tiempo.
El estudio del pasado como historia contemporánea
El historiador italiano Benedetto Croce, al observar que nuestra reflexión sobre el pasado está contaminada
por los valores y preocupaciones del presente, pronunció una sentencia célebre: dijo que toda investigación sobre
el pasado es siempre historia contemporánea. Esta sentencia, llevada a su último extremo, querría decir que
el historiador, por más esfuerzos que haga para situarse en el pasado y analizarlo con sus propios valores.
Pero si es imposible que los historiadores se desprendan de los valores de su propio tiempo, no podemos
olvidar que los acontecimientos del pasado efectivamente ocurrieron, y que por lo tanto pueden ser comprendidos
y explicados con independencia de los valores del presente.
La dicotomía suscitó la siguiente reflexión del arqueólogo inglés Colin Renfrew. Dice Renfrew que el enfoque filosófico
para enfrentar estos problemas debe ser realista. «Es decir, uno concibe el pasado como realmente existente en
el mundo físico, tal y como lo observamos en el presente, con seres humanos que viven sus vidas e interactúan unos
con otros y con el medio que los rodea». Esto difiere de una posición positivista extrema, que tiende a restringir nuestra concepción del pasado a lo que empíricamente podemos conocer de él.
¿ES la historia maestra de la vida?
Estas consideraciones nos llevan a la conclusión de que la «historia no nos enseña nada», puesto que
«somos nosotros los que, aprendiendo de ella, nos enseñamos a nosotros mismos. La historicidad, la historia, somos
nosotros. Somos nosotros los maestros y los discípulos en esta escuela que es nuestro planeta (...) La historia no
'continúa avanzando', porque no avanza en absoluto. Somos nosotros los que avanzamos (...) Como dice Vico, sólo
podemos entender un mundo que nosotros mismos hemos creado. No nos limitamos a andar a tientas en la oscuridad. El rayo que ilumina las zonas oscuras de nuestro pasado es el reflector de nuestra conciencia».
La historia como tribunal del pasado
Algunos autores discurrieron que el estudio de la historia les proporcionaba sustento para hacer juicios morales
sobre el pasado. Contra esa opinión se han manifestado diversos autores, quienes advierten que el historiador no
es un juez,ni le asisten razones morales para condenar a sus antepasados. Benedetto Croce, uno de los más convencidos
defensores de esta tesis, la razonaba de la manera siguiente:
La acusación olvida la gran diferencia de que nuestros tribunales (sean jurídicos o morales), son tribunales del
presente, instituidos para hombres vivos, activos y peligrosos, en tanto que aquellos otros hombres ya
comparecieron ante el tribunal de sus coetáneos y no pueden ser nuevamente condenados o absueltos .
Agnes Heller concluyó: "Lo que habría que hacer es asumir responsabilidades. Lo que hay que hacer es asumir
responsabilidades".
La historia como reconstrucción crítica del pasado
Otra función social que cumple la historia proviene de los hábitos establecidos por sus propios practicantes. En los
dos últimos siglos, pero sobre todo en el que está por terminar, el estudio de la historia se convirtió, más que en
una memoria del pasado, en un análisis de los procesos del desarrollo humano, en una reconstrucción crítica
del pasado.
La investigación histórica estableció entonces la regla que dice que «una afirmación no tiene derecho a producirse
sino a condición de poder ser comprobada», y nos advirtió que de todos «los venenos capaces de viciar un testimonio
la impostura es el más violento».
La crítica de las fuentes nos enseñó también, como advierte Ruggiero Romano, que el historiador que sólo lee los
testimonios históricos sin relacionarlos con el contexto donde éstos se inscriben, corre el riesgo de pasar
por alto el significado profundo de tales testimonios.
En suma, la investigación históricaenseña que no (existe) solamente el texto, sino sobre todo el contexto; que uno no
puede servirse de un texto sinla crítica (filológica, semántica, conceptual) de ese mismo texto; que el acontecimiento
aislado es poco significativo yque lo que cuenta es el mecanismo que articula un conjunto de acontecimientos».
A diferencia del científico, el historiador, al igual que el etnólogo o el sociólogo, sabe que no puede aislar herméticamente
su objeto de estudio, pues las acciones humanas están inextricablemente vinculadas con el conjunto social que
las conforma. Y a diferencia del historiador positivista, que creía posible dar cuenta de los hechos tal y como
estos efectivamente ocurrieron en el pasado, el historiador de nuestros días ha aceptado que la objetividad es una
relación interactiva entre la inquisición que hace el investigador y el objeto que estudia: «La validez de esta definición
proviene de la persuasión más que de la prueba; pero sin prueba no hay relato histórico digno de ese nombre».
Algunas reglas básicas del oficio de historiador
Los maestros del oficio proponen practicar con rigor unas cuantas reglas básicas. Entre ellas destaco las siguientes:
1. Ignorar a quienes quieren encerrar la historia en una rígida camisa de fuerza determinista, sea marxista,
estructuralista o funcionalista. Evitar caer en las explicaciones monocausales. Rechazar los casilleros
académicos que han dividido la historia en campos, áreas, disciplinas y especialidades que fragmentan
la comprensión del conjunto social e impiden conocer la complicada trama del desarrollo histórico
y sus múltiples articulaciones.
2. Vincular la historia de la vida material, la historia social y la historia de los productos de la cultura con la historia
política, con el análisis de las estructuras del poder, uno de los campos del conocimiento histórico más
descuidados en la últimas décadas. Restituir la vida de los seres humanos, tanto la de los grandes como la
de los pequeños, al escenario social de donde fueron expulsados por los «ismos» que se impusieron a lo
largo de este siglo.
3. Combatir la tendencia que busca fragmentar a los historiadores en grupos cada vez más especializados
e incomunicados. Imponer, como norma benévola de comunicación, la claridad en el lenguaje y la expresión.
Reivindicar, en fin, la función central de la historia en el análisis del desarrollo social. Quizás esta función se reduzca
a mostrar, con la fuerza de datos fidedignos y de la explicación razonada, que la inquisición histórica produce
conocimientos positivos que nos ayudan a comprender las conductas, las ideas, los legados y las aspiraciones
profundas de los seres humanos.
Huizinga pensara que la mejor descripción que le conviene a la historia es la que la define como "la forma espiritual
en la que una civilización se rinde cuentas de su pasado"».
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